Crees que estás dormido, pero en realidad no lo estás. Algo lo impide y sabes perfectamente que es.
Eso que te impide dormir tiene un nombre y ese nombre es el miedo.
Miedo que asalta tus sentidos por algo que puede estar por suceder, que te dejará devastado en un terreno incierto lleno de preguntas las cuales quizás tengan muchas respuestas.
Miedo es lo que sentí aquella vez, que después de coger el móvil supe que algo te había sucedido. Camine con desesperación, crucé los jardines de vibrantes tonalidades verdes de la ciudad universitaria, justo al caer la tarde llegué hasta la fría sala del hospital donde te encontrabas. Al verte supe que nada estaba normal, desprovista de ropa, atada a la cama, tu mirada ausente. Al acariciar tu piel reaccionaste, nuestras miradas se cruzaron ligeramente y fue cuando te dije “Necesitamos tiempo para compartir lo que no hemos compartido”, “No te vayas”. Al día siguiente reaccionaste y al verte me dijiste que recordabas que te había visitado. Fue grato verte estable, la alegría de saber que estabas bien me invadió sin saber que nada había terminado.
Verte en la cama, arropadita y hablando con todos era un aliciente enorme. Me senté a tu lado mientras acariciaba tu mano cálida, y me recordaste que comprara el bolso que me habías pedido –habías retomado los estudios y tu meta era graduarte pronto para entrar en la universidad-. Recuerdo que ese bolso me lo pediste meses atrás en el primer y único almuerzo que pude invitarte. Hay algo que también me causó mucha gracia de ese día y es que le pidieras a nuestro papá una cajita feliz.
Ese día jamás podré olvidarlo. Tu mirada a través de esos hermosos ojos verdes…
Pasaron los días y todo iba bien, sin novedad alguna, solo sabía que estarías mucho tiempo en el hospital hasta que dieran con el diagnóstico exacto y recibieras el tratamiento adecuado. Una semana después de mi última visita, sonó mi móvil de nuevo y oí algo que no quería oír, te habías puesto mala. Sin pensarlo mucho salí con prisa hasta el hospital, llegué hasta la habitación, te encontré inconsciente, temblando por la fiebre y con un respirador. ¿Sabes mi princesa? hubiese dado todo por verte de otra manera. Enseguida salí hablar con la doctora para saber exactamente lo que te estaba sucediendo. No quería engaños, quería saber la verdad por más dura que fuera…minutos después supe que no era nada sencillo, y ella temía que sufrieras un paro cardiaco, sabía por la misma doctora –ella mostró poco interés en el caso o quizás es por que ha visto tantas cosas- que necesitabas terapia intensiva pero no había cama. Subí al piso seis, donde está terapia y hable con otra doctora, su actitud no fue muy amable que digamos, pero me dijo que estaba al tanto de la situación y que pronto bajarían para evaluarte. Bajé enseguida a la habitación, una hora después bajaron, nos pidieron desalojarla y comenzaron a evaluarte junto a la doctora encargada del caso. Noté que discutían y al salir, la doctora de terapia nos reunió a todos y dijo “No les quitare la fe, pero está muy mal, está complicada y necesita urgente terapia intensiva pero el problema es que no hay cama, si estuviera en mis manos, ahorita mismo, subiríamos”. Nos aconsejó para bajarte la fiebre frotar tu piel. Mientras todos estábamos a tu alrededor haciendo lo indicado para que bajara la fiebre, los rostros y mi rostro se llenaban de lágrimas. Lamentablemente por esos días sufría de fuertes dolores dentales por una mala praxis y por la presión era casi imposible que permaneciera allí, por lo que decidí marcharme. Mientras caminaba rumbo a casa me preguntaba ¿porqué? Tenía bastante tiempo sin llorar pero ese día lo hacía como un niño. Ya en casa mucho menos contuve el llanto, el dolor que me provocaba tu enfermedad era como puñaladas directas a todos mis sentidos. Al calmarme llamé para saber como seguías y gracias a Dios, los doctores te habían habilitado un cama en recuperación con todo los aparatos necesarios para poder hacer bien el monitoreo y prestarte las atenciones pertinentes. Una semana entera pase en el hospital asistiendo por las mañanas y por las tardes después de salir de mi empleo lo que me permitió conocer más de tu entorno; Estabas estable.
El dolor por la mala praxis era insoportable por lo que tuve que acudir a emergencias y tuve que guardar reposo por una semana aproximadamente, la siguiente no quise ir para aligerar un poco el sufrimiento que me causaba tu estado. Las veces que pude entrar en terapia te tocaba la mano, te susurraba al oído que te quedaras, que tus princesitas querían verte, que yo te necesitaba.
Justo el viernes 15 de agosto sonó de nuevo mi móvil, una vez más el panorama no estaba nada bien. Ese día morí y volví a la vida. El domingo estuve todo el día en el hospital, cuando te vi eras muy diferente, estabas maltratada por los medicamentos y tu evolución había sido casi nula. Papá estaba desde el viernes en el hospital, por petición de él me fui a casa. A la mañana siguiente mamá me despertó para decirme que los médicos habían llamado por que estabas muriendo. Me paré, me vestí y salí acompañado con mi mamá, mientras íbamos en el taxi, nuestro papá llamaba insistentemente para ver donde estábamos, quería que nos diéramos prisa para que yo pudiera verte antes de morir…al llegar al hospital corrí desbocado hasta el piso seis, me puse la bata y entre al verte, la enfermera estaba quitándote las agujas de tus pies y yo solo se que veía la máquina y sentía que tu corazón latía, entre lágrimas te dije “te amo hermana, te amo y eso será para siempre, te amo”. Tu mano estaba helada, te di un beso en la frente, no quería irme, quería estar a tu lado. Escuche algo pero al oír era la enfermera diciéndome que no podía estar más tiempo y le dije “pero, todavía suena” me contesto que estabas muriendo, ya casi no podía ver por las lágrimas cuando la mire y oí que dijo que tù, hermana bella, mi princesa!!! habías luchado mucho, que habías hecho todo lo que habías podido.
Eso que te impide dormir tiene un nombre y ese nombre es el miedo.
Miedo que asalta tus sentidos por algo que puede estar por suceder, que te dejará devastado en un terreno incierto lleno de preguntas las cuales quizás tengan muchas respuestas.
Miedo es lo que sentí aquella vez, que después de coger el móvil supe que algo te había sucedido. Camine con desesperación, crucé los jardines de vibrantes tonalidades verdes de la ciudad universitaria, justo al caer la tarde llegué hasta la fría sala del hospital donde te encontrabas. Al verte supe que nada estaba normal, desprovista de ropa, atada a la cama, tu mirada ausente. Al acariciar tu piel reaccionaste, nuestras miradas se cruzaron ligeramente y fue cuando te dije “Necesitamos tiempo para compartir lo que no hemos compartido”, “No te vayas”. Al día siguiente reaccionaste y al verte me dijiste que recordabas que te había visitado. Fue grato verte estable, la alegría de saber que estabas bien me invadió sin saber que nada había terminado.
Verte en la cama, arropadita y hablando con todos era un aliciente enorme. Me senté a tu lado mientras acariciaba tu mano cálida, y me recordaste que comprara el bolso que me habías pedido –habías retomado los estudios y tu meta era graduarte pronto para entrar en la universidad-. Recuerdo que ese bolso me lo pediste meses atrás en el primer y único almuerzo que pude invitarte. Hay algo que también me causó mucha gracia de ese día y es que le pidieras a nuestro papá una cajita feliz.
Ese día jamás podré olvidarlo. Tu mirada a través de esos hermosos ojos verdes…
Pasaron los días y todo iba bien, sin novedad alguna, solo sabía que estarías mucho tiempo en el hospital hasta que dieran con el diagnóstico exacto y recibieras el tratamiento adecuado. Una semana después de mi última visita, sonó mi móvil de nuevo y oí algo que no quería oír, te habías puesto mala. Sin pensarlo mucho salí con prisa hasta el hospital, llegué hasta la habitación, te encontré inconsciente, temblando por la fiebre y con un respirador. ¿Sabes mi princesa? hubiese dado todo por verte de otra manera. Enseguida salí hablar con la doctora para saber exactamente lo que te estaba sucediendo. No quería engaños, quería saber la verdad por más dura que fuera…minutos después supe que no era nada sencillo, y ella temía que sufrieras un paro cardiaco, sabía por la misma doctora –ella mostró poco interés en el caso o quizás es por que ha visto tantas cosas- que necesitabas terapia intensiva pero no había cama. Subí al piso seis, donde está terapia y hable con otra doctora, su actitud no fue muy amable que digamos, pero me dijo que estaba al tanto de la situación y que pronto bajarían para evaluarte. Bajé enseguida a la habitación, una hora después bajaron, nos pidieron desalojarla y comenzaron a evaluarte junto a la doctora encargada del caso. Noté que discutían y al salir, la doctora de terapia nos reunió a todos y dijo “No les quitare la fe, pero está muy mal, está complicada y necesita urgente terapia intensiva pero el problema es que no hay cama, si estuviera en mis manos, ahorita mismo, subiríamos”. Nos aconsejó para bajarte la fiebre frotar tu piel. Mientras todos estábamos a tu alrededor haciendo lo indicado para que bajara la fiebre, los rostros y mi rostro se llenaban de lágrimas. Lamentablemente por esos días sufría de fuertes dolores dentales por una mala praxis y por la presión era casi imposible que permaneciera allí, por lo que decidí marcharme. Mientras caminaba rumbo a casa me preguntaba ¿porqué? Tenía bastante tiempo sin llorar pero ese día lo hacía como un niño. Ya en casa mucho menos contuve el llanto, el dolor que me provocaba tu enfermedad era como puñaladas directas a todos mis sentidos. Al calmarme llamé para saber como seguías y gracias a Dios, los doctores te habían habilitado un cama en recuperación con todo los aparatos necesarios para poder hacer bien el monitoreo y prestarte las atenciones pertinentes. Una semana entera pase en el hospital asistiendo por las mañanas y por las tardes después de salir de mi empleo lo que me permitió conocer más de tu entorno; Estabas estable.
El dolor por la mala praxis era insoportable por lo que tuve que acudir a emergencias y tuve que guardar reposo por una semana aproximadamente, la siguiente no quise ir para aligerar un poco el sufrimiento que me causaba tu estado. Las veces que pude entrar en terapia te tocaba la mano, te susurraba al oído que te quedaras, que tus princesitas querían verte, que yo te necesitaba.
Justo el viernes 15 de agosto sonó de nuevo mi móvil, una vez más el panorama no estaba nada bien. Ese día morí y volví a la vida. El domingo estuve todo el día en el hospital, cuando te vi eras muy diferente, estabas maltratada por los medicamentos y tu evolución había sido casi nula. Papá estaba desde el viernes en el hospital, por petición de él me fui a casa. A la mañana siguiente mamá me despertó para decirme que los médicos habían llamado por que estabas muriendo. Me paré, me vestí y salí acompañado con mi mamá, mientras íbamos en el taxi, nuestro papá llamaba insistentemente para ver donde estábamos, quería que nos diéramos prisa para que yo pudiera verte antes de morir…al llegar al hospital corrí desbocado hasta el piso seis, me puse la bata y entre al verte, la enfermera estaba quitándote las agujas de tus pies y yo solo se que veía la máquina y sentía que tu corazón latía, entre lágrimas te dije “te amo hermana, te amo y eso será para siempre, te amo”. Tu mano estaba helada, te di un beso en la frente, no quería irme, quería estar a tu lado. Escuche algo pero al oír era la enfermera diciéndome que no podía estar más tiempo y le dije “pero, todavía suena” me contesto que estabas muriendo, ya casi no podía ver por las lágrimas cuando la mire y oí que dijo que tù, hermana bella, mi princesa!!! habías luchado mucho, que habías hecho todo lo que habías podido.
Hoy sé que estás con Dios...tú lo mereces mi bella hermana. Por las princesas, mis princesitas no te preocupes, hay mucho amor para ellas, amor de tu esposo, de tu mamá, de sus tías, abuelas, de mi mamá, de nuestro papá y de mi persona que luchare para brindarle un mundo lleno de colores y mantendré su mundo lleno de magia.
Desde donde estés te pido que me ayudes a guiarlas...Siempre tus ojitos verdes en mi corazón.
2 comentarios:
Al ver esta historia, que parece de un cuento de dolor, me demuestras la cruda relaidad de la vida, no puedo evitar dejar de llorar al leer tus lineas... esto conmueve mi alma al solo pensar el dolor q sentiste y sientes por todo lo que paso... Dios existe y se q ella esta junto a el... Solo queda la calma despues de tento desespero que invade nuestro cuerpo en los momentos como ese, creo que a pesar de nuestra vida que muchas veces es injusta hay que aprender amar a tiempo y sobre todo saber perdonar, se que no es facil pero hay q hacerlo para lograr ser feliz.
Jonnhely eres en mi vida ese hombre de sentimientos ejemplares que casi nadie tiene eres mi amante, mi amigo, mi hermano, mi hombre, y una parte de mi. Te amo y jamas en la vida dejare de estar ahi para ti. Siempre tuya... Te Amo
Tu amada amiga Yxi Ojeda...
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